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NUEVA LEY DE RESIDUOS Y TASA DE VERTEDERO: ¿CÓMO PUEDE CAMBIAR EL SECTOR DE RESIDUOS? UN EJEMPLO…

NUEVA LEY DE RESIDUOS Y TASA DE VERTEDERO: ¿CÓMO PUEDE CAMBIAR EL SECTOR DE RESIDUOS? UN EJEMPLO…

26/05/2021

La nueva Ley de Residuos de España incluye, entre otras muchas cosas, la introducción generalizada de una tasa para la entrada de residuos a vertedero. Bien utilizada, una tasa así podría cambiar completamente el esquema de gestión, como ya pasó en Reino Unido. Es un ejemplo interesante que podemos mirar como referencia de futuro. ¿Cómo fue?

En 1996 se introdujo en Reino Unido un impuesto sobre el vertedero (landfill tax), que gravaba cada tonelada de residuo que entraba por la báscula de un vertedero. El objetivo era penalizar esta forma de eliminación, para conseguir dos objetivos: reducir la cantidad total de basura no reciclada, y evitar que ese rechazo fuera a parar a vertedero. El impuesto sobre vertederos se consideraba «un impuesto popular«, así que contó con un apoyo generalizado entre las autoridades locales, las organizaciones ciudadanas y las partes interesadas de la industria (suelen ser impuestos “populares” los que la gente considera que van a pagar otros, no ellos mismos, aunque al final casi nunca sea verdad).

 

Al principio era una cantidad moderada, en torno a 5 libras por tonelada. Pero fue aumentando, poco a poco al principio y más deprisa con el paso de los años, con un acelerón en el crecimiento del impuesto a partir de 2009. Para 2014 ya estaba en 70 ₤/t (unos 88 € por entonces), y se ha estabilizado por encima de 80 ₤/t (90 €/t). Para ver el impacto de un impuesto semejante, es importante saber que el coste de llevar una tonelada de residuos a vertedero puede oscilar entre 20 y 40 €/t. Y el coste de incinerar (con aprovechamiento de energía), está más bien entre 90 y 120 €/t. ¿Qué estaba sucediendo? Pues que llevar una tonelada de residuos al vertedero costaba 40 € más un impuesto de 90 €, un total de 130 €. ¡Salía más caro que incinerarla! El mensaje estaba claro.

El resultado fue doble. En primer lugar, el reciclaje aumentó (además es mucho más barato que la incineración, 40-60 €/t). En segundo lugar, hubo una fuerte presión para conseguir que el rechazo ya no recuperable fuera a parar a incineradoras.

Pero no las había, el país no tenía capacidad instalada. Y una incineradora no se pone en marcha igual que una tienda de zapatos: son inversiones importantes (100-200 millones de €), requieren una concesión administrativa para garantizar la entrada de residuos, implican complejos procedimientos de aprobación ambiental, y varios años para su diseño, fabricación de equipos, construcción y puesta en marcha. Así que, de pronto, el vertedero se volvió carísimo pero no había alternativas. Se pusieron en marcha muchos procesos para conseguir instalar incineradoras en distintos condados y ciudades, lo más rápido posible, pero eso llevaba su tiempo.

Mientras tanto, había que buscar soluciones coyunturales, durante unos cuantos años. ¿Y qué pasó? Pues que el rechazo empezó a salir del Reino Unido en barcos, con destino a incineradoras del continente con capacidad para eliminarlo. Holanda, Suecia y Alemania fueron los principales destinos, pero también Noruega y Dinamarca. Todos ellos los países más cercanos, con un amplio parque de incineradoras. Y también con capacidad de consumo industrial, porque los rechazos no salían tal cual, sino transformados en CSR (Combustible Sólido Recuperado). Así pues, durante años, y a causa del landfill tax, en el Reino Unido era más barato producir CSR con el rechazo y exportarlo en barcos, que llevarlo a vertedero. Curioso efecto: Holanda y Alemania se convirtieron en la incineradora de los británicos.

Resultado final: a principios de 2020, en el Reino Unido había ya 53 incineradoras operativas y 11 en construcción, la reconversión más rápida vista en el sector de residuos. Se considera que, con estas plantas, la necesidad está cubierta y ya no son necesarias más. La cantidad de residuos enviados al vertedero ha disminuido en un 70% desde el año 2000, y la tasa de reciclaje ha pasado de 18 al 44%. El ratio de residuos a incineración se ha cuadruplicado, pasando del 10 al 41%, y ahora que ya hay capacidad en el propio país, la exportación de residuos está decayendo de forma acusada.

En este caso, aumentar las tasas del impuesto sobre los vertederos envió un mensaje muy firme a todos los jugadores implicados en el reciclaje, y está ayudando al gobierno a cumplir sus objetivos ambientales. Hay que tener claro que este impuesto no sale del aire: significa que tratar residuos es más caro, y eso al final lo pagan los ciudadanos con sus impuestos o sus tasas. Pero parece que, en general, están satisfechos del resultado (o lo desconocen). Pagar no es malo, lo malo es pagar por algo que no merece la pena, y a veces sí merece la pena pagar un poco más.

Hay que decir que la apuesta por la incineración, como método para eliminar los vertederos, va acompañada en el Reino Unido de una sólida política de promoción del reciclaje, y los resultados están a la vista (la tasa de reciclaje crece y está en el 43%). Aunque no está previsto modificar el impuesto, podría servir en el futuro para ajustar más los objetivos, por ejemplo penalizando emisiones o bonificando el reciclaje de materia orgánica. Estos posibles encajes están ahora en discusión.

Este es un ejemplo de política decidida y con objetivos claros a medio plazo, que en solo diez años ha convertido a un país de vertederos en uno con un mix de tratamiento de residuos realmente avanzado. ¿Qué pasará en España? Pues ya veremos.

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Jesús M. Paniagua

Director Organización GRUPOTEC