Residuos y cambio climático
Residuos y cambio climático
Junio 2022
Aunque al hablar sobre residuos se suele hacer referencia al cambio climático, hay que establecer una diferencia con claridad. La participación de la gestión de residuos -en sí misma- en el cambio climático, es muy limitada. Pensemos que este fenómeno se debe básicamente a las actividades humanas que incrementan los gases de efecto invernadero, y el CO2 y el metano responden del 99% de él, así que donde estén ellos están los verdaderos culpables.
A lo largo de nuestra historia reciente (unos 200 años) la generación neta de CO2 se ha producido, básicamente, por la quema de combustibles fósiles. La generación de energía, y con ella la producción de todos los elementos materiales de la civilización, tiene como efectos secundarios tanto la emisión de CO2 como la producción de enormes cantidades de residuos. Así que tanto el cambio climático como la creciente montaña de basura son dos manifestaciones de lo mismo: nuestra manera de vivir. Pero la segunda no es causa del primero.
Por lo tanto, la clave para modificar esto no está en los residuos, sino en el cambio del modelo energético -hacia las energías sin carbono-, un cambio en el que ya estamos inmersos a buena velocidad. Sin embargo, la gestión de residuos sí puede ayudar en la mitigación del cambio climático (y digo mitigación porque nada puede ya hacerlo retroceder, en una escala de siglos). Puede ayudar de varias maneras, en realidad.
Foto: Adam Dean en The New York Times. In 2019, the world traded 550 tons of «waste» worth $315 billion. / © Kalyakan UNCTAD
Quizá la más importante es el reciclaje. Cada vez que reciclamos metales, plástico, papel, lo que sea, ahorramos energía; tanto para la producción de las materias primas como para su preparación. La reducción del uso de materiales sería mucho mejor, y es cierto que los propósitos orientados a disminuir la cantidad de residuos también van en esa dirección.
En cuanto a la incineración, como se deduce de muchos estudios, no sólo no afecta al cambio climático, sino que colabora -muy modestamente- a mitigarlo. Puede que se pregunte: “Pero ¿Qué dice este loco, con la de CO2 que sale por la chimenea?”. Pues lo que dicen los números. Simplificando, y considerando una incineradora como una central térmica, su combustible tiene una parte de materiales renovables (materia orgánica, papel, cartón, textiles de origen biológico), cuyo impacto es nulo en el balance de CO2, y otra parte de materiales fósiles (plásticos). Estos sí emiten CO2 neto, pero habida cuenta de que están sustituyendo a otros combustibles fósiles (como carbón o gas natural), el balance energético global de una incineradora implica menor aportación de CO2 a la atmósfera (asumiendo que, si no, esa energía se produciría con combustibles fósiles). Además de esto, no olvidemos que la aportación de la energía de los residuos al total que consumimos es casi testimonial: el mundo produjo 23.000 TWh (terawatios hora, o millones de kilowatios hora) de energía eléctrica en 2019, de los cuales solo 250 TWh proceden de las incineradoras, así que suponen un 1% de la producción mundial de electricidad. Cuando el 99% de la energía producida por la humanidad sea renovable, entonces quizá haya que replantearse esto, pero no antes.
Sin embargo, el mayor asunto en el que la gestión de las basuras está aportando algo negativo al calentamiento global es, claramente, en las emisiones de metano. Básicamente en los vertederos no controlados, que es donde se produce. Recordemos: el metano tiene un efecto invernadero 23 veces superior al CO2, aunque por suerte hay muchísimo menos; aun así, aporta un 3% del efecto total. En los vertederos controlados, el metano se recoge y se quema (pasa a ser CO2 con balance neutro), bien produciendo energía eléctrica en el propio vertedero, bien pasando a ser gas natural que se quemará en otro sitio, o bien quemándolo en una antorcha si todo lo demás no es posible. Pero en los vertederos no controlados, esto normalmente no sucede y el metano se libera a la atmósfera. Recordemos que el 41% de la basura del mundo acaba en vertederos no controlados, y que casi todos están en Asia, Eurasia y África (esta es la gráfica):
Así que, sin ninguna duda, la segunda cosa más urgente que el sector de residuos debe hacer es extender el manejo adecuado del biogás de vertedero. Invertir en vertederos controlados sigue siendo la medida más importante, a escala global, para la gestión correcta de residuos y a la vez contra el cambio climático. Que esto se haga con inversiones locales, con fondos de créditos de carbono o con préstamos al desarrollo (como animadamente hace China en África), es indiferente. Pero, mientras miramos nuestro ombligo poniendo papeleras de colores en el centro comercial -que no digo que eso esté mal-, el problema más grande sigue ahí afuera: en los vertederos de los países en desarrollo, donde no lo vemos.